Pekín no muestra signos de cansancio en su ‘persecución’ y represión contra los desequilibrios del sector inmobiliario. Unos desequilibrios mastodónticos que, sin embargo, han sido la gasolina que ha mantenido en movimiento al gigante asiático en los últimos años. Ahora, China quiere acabar con la especulación, el ‘pelotazo’ y el endeudamiento masivo: una explosión controlada llena de riesgos e incertidumbres, pero que a su vez pretender evitar la mayor de las catástrofes: una crisis financiera al estilo de la que vivió EEUU o España en 2007.